Inscrito
en 2008 (3.COM) sobre la Lista Representativa del Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad (originalmente proclamado en 2003)
Pais(es): México
Con la fiesta del Día de los Muertos, tal como la practican las
comunidades indígenas, se celebra el retorno transitorio a la tierra de
los familiares y seres queridos fallecidos. Esas fiestas tienen lugar
cada año a finales de octubre y principios de noviembre. Este periodo
marca el final del ciclo anual del maíz, que es el cultivo predominante
en el país.
Para facilitar el retorno
de las almas a la tierra, las familias esparcen pétalos de flores y
colocan velas y ofrendas a lo largo del camino que va desde la casa al
cementerio. Se preparan minuciosamente los manjares favoritos del
difunto y se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en
medio de las flores y de objetos artesanales, como las famosas siluetas
de papel. Estos preparativos se realizan con particular esmero, pues
existe la creencia de que un difunto puede traer la prosperidad (por
ejemplo, una abundante cosecha de maíz) o la desdicha (enfermedad,
accidentes, dificultades financieras, etc.) según le resulte o no
satisfactorio el modo en que la familia haya cumplido con los ritos. Los
muertos se dividen en varias categorías en función de la causa del
fallecimiento, edad, sexo y, en ciertos casos, profesión. Se atribuye un
día específico de culto para cada categoría. Este encuentro anual entre
los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social
considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad.
También contribuye a reforzar el estatuto político y social de las
comunidades indígenas de México.
Las fiestas indígenas dedicadas a
los muertos están profundamente arraigadas en la vida cultural de los
pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos
prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos
universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo
introducida por los europeos en el siglo XVI.
Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están profundamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI.