Saúl sabe que se juega la vida cuando busca objetos valiosos en las aguas fétidas que fluyen al fondo de un barranco de 300 metros de profundidad, ubicado a escasas cuadras del Palacio Presidencial.
Pero él dice que el "río ha sido una bendición" que le permitió abandonar su adicción al crack, rehacer su vida e incluso comprarse un "tuc tuc", como le dicen a los mototaxis que pululan por las calles guatemaltecas para completar sus ingresos.
Lo que Saúl llama un "río" es en realidad un caudal de aguas pluviales que arrastran chatarra y todo tipo de objetos arrojados a un vertedero que se encuentra arriba del barranco.
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