Con el nacimiento, el lunes 31, del habitante 7 000 millones, en Filipinas, no solo se reveló que el planeta Tierra es cada vez más populoso sino que ese desbordamiento poblacional le está pasando una fuerte factura al medioambiente.
Con la población mundial más que duplicada en el último medio siglo, elementos básicos como la comida y agua están más ajustados que nunca. Expertos de Naciones Unidas señalan que dar alimentos a los 2 000 ó 3 000 millones de personas adicionales en los próximos 50 años es una preocupación muy seria.
En efecto, el uso de agua está previsto que aumente un 50% entre el 2007 y el 2025 en los países en desarrollo, mientras que la seguridad alimentaria continúa siendo un reto cuando 925 millones de personas siguen pasando hambre. Para alimentar a los 2 000 millones de bocas más que se prevén para el 2050, la producción alimentaria tendrá que aumentar un 70%, según la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de la ONU.
Pero el cambio climático podría ser el mayor impedimento a la hora de cumplir este objetivo. Los especialistas dicen que el creciente número de personas sobre la Tierra también conlleva a una rápida urbanización, lo que supone graves problemas en poblaciones y ciudades, mientras los emigrantes se trasladan desde pobres áreas rurales a centros urbanos.
“El tema de la población no puede disociarse del aspecto de los recursos o huella energética”, observa Parvinder Singh, jefe de comunicación de ActionAid India. “El mayor desagüe continúa en Occidente que tradicionalmente ha consumido, y continúa consumiendo, volúmenes masivos de recursos debido a un estilo de vida y poder de compra que excede con mucho la de los denominados países más pobres de más población”, añade.
Un reporte del Fondo de Población de la ONU (Unfpa) subraya que el mundo enfrentará crecientes obstáculos para crear empleos para las nuevas generaciones, especialmente en los países pobres, y que el cambio climático y la explosión demográfica atizan las crisis de hambruna y de sequías.
El crecimiento económico ha supuesto la mejora de las condiciones de vida de millones de personas pero, al mismo tiempo, se ha producido un deterioro de los ecosistemas naturales y de los recursos en todo el mundo, que está poniendo en peligro la supervivencia de miles de comunidades.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), mientras en el último cuarto de siglo la economía se ha cuadriplicado, el 60% de los bienes y servicios de los ecosistemas del mundo se han degradado o utilizado de un modo insostenible; el crecimiento se ha logrado a costa del agotamiento y la degradación de los recursos y servicios ecosistémicos.
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