TÍTULO ORIGINAL Editorial de Radio Pichincha
El inicio del año lectivo de la Sierra y Amazonía trae no solo sorpresas, también algunos dramas. El primero y fundamental es la reducción de la matrícula de niños, niñas y adolescentes, en alrededor de 56 mil, con respecto del anterior período.
A eso se suma la ausencia de infraestructura, material didáctico, en general las condiciones mínimas para la educación pública, sobre todo en las zonas urbano-marginales y rurales.
¿Cómo se explica esta situación a un año de que se advertía ya la necesidad de atender con urgencia el retorno a las aulas cuando salíamos de la pandemia y de las clases virtuales?
La respuesta inicial es la indiferencia y la impavidez del gobierno con un tema sensible, para cualquier sociedad que intenta desarrollarse. A Guillermo Lasso nunca se le escuchó una propuesta concreta sobre el significado de la educación para un país que requiere salir del subdesarrollo. Es más, su misma ministra de Educación no explica nada porque no tiene nada que ofrecer a quienes debe atender desde su función.
En consecuencia, estamos hipotecando a las nuevas generaciones, sembrando de más incertidumbre el futuro inmediato y generando un campo minado para cualquier aventura neoliberal extrema y un neofascismo de la peor calaña. ¿Nos tendremos que mirar en el espejo del Brasil de Jair Bolsonaro?
Ya no es posible aceptar la desidia del gobierno actual en la educación. Por más que intenten dorar la píldora con cifras nada creíbles, como eso de que la inversión social es la más grande de la historia, la realidad nos abofetea todos los días.
Y también cabe preguntarse en estos momentos: ¿Qué van a hacer esos niños, niñas y adolescentes que no estudian ahora? ¿Mano de obra barata? ¿Esa es una cifra que no se contabiliza en las cifras de desempleo porque los niños no cuentan en las estadísticas como fuerza laboral? ¿Ahora serán potenciales mendigos y tal vez potenciales delincuentes? ¿Eso quieren los gobernantes para garantizar mejores rendimientos a sus amigos empresarios?
Pero para preocuparnos más: ¿Quién responde a estas preguntas? ¿En qué medio de sus amigos sale el presidente a explicarnos por qué ocurre todo esto?
Pues podemos esperar y morir sentados. La política de comunicación es, en términos criollos, callar y vernos la cara de… Mejor no decirlo, la gente sabe la respuesta.
Todo esto indigna. Saca de casillas, pero no tendremos ni siquiera, en la oposición política, una acción contundente para frenar tanta ignominia. Lo mismo que pasa con la seguridad social, con el hospital de Seguro, que ahora Aparicio Caicedo, ordena a quién poner en las direcciones de los hospitales.
En fin, todo es para peor y si así no aprendemos a elegir estamos condenados a repetir el mismo error gracias a la manipulación mediática y al marketing perverso.
Fuente Editorial Radio Pichincha
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