Creer
que algo es cierto sólo porque aparece en el televisor o en una página de
Internet es un error: la información también oculta agendas ideológicas que
pueden no ser claras en un principio. Mantener la mente crítica es más
necesario que nunca.
La
necesidad de proveer de información “nueva” y consumo de datos a diferentes
sitios web dentro de la inmensa blogósfera hace que la información no tenga el
rigor científico que los lectores merecen. En un nuevo editorial de la página Africa is a country,
Siddhartha Mitter escribió duramente contra el bloguero Max Fisher, encargado
de un blog de asuntos internacionales en el Washington Post. Fisher publicó hace unos días un
lindo infográfico que supuestamente representa visualmente los países más y
menos tolerantes; esto podría ser un contenido interesante para leer. El
problema es que, como demuestra Mitter (en un post titulado elocuentemente, “The cartography of bullshit”), su contenido no sólo es
inexacto sino caótico.
En el mapa, podemos ver que las áreas del mundo con
mayor tolerancia racial (azul oscuro) incluyen a los Estados Unidos, Reino
Unido, Canadá, Australia, Europa del Norte y parte de Latinoamérica. Los
lugares más racialmente intolerantes (rojo oscuro) incluyen a su vez a la
India, Bangladesh y Jordan. Rusia y China están a la mitad; la mayor parte de
África se muestra en gris por falta de datos, y Sudáfrica aparece en azul claro
(altamente tolerante), por ejemplo.
Muchos lectores incluyendo a Mitter han marcado al
menos la posibilidad de una sospecha respecto a la metodología de la cual se
desprenden estos resultados, así como respecto a la idiosincracia cultural que
predomina en la muestra. El concepto de raza, por ejemplo, no es
suficientemente estable para operar un muestreo de este tipo en un sólo país,
afirma Mitter, menos para hacer generalizaciones a escala mundial.
La raza es, según el país, motivo de prejuicio,
persecución, prestigio o violencia. “Raza” es un concepto que sólo puede
entenderse según múltiples consideraciones locales, pues no es lo mismo hablar
de “la raza” como identificador simbólico dentro de una comunidad mexicana en
Los Angeles a los brotes de racismo étnico que aún se viven en Sudáfrica,
marcado en el infográfico de Max Fisher como una zona tolerante.
Es
increíble también que las áreas consideradas como “primer mundo” sean las más
altamente tolerantes. Por ejemplo, en Estados Unidos hasta 2007 el sistema
penitenciario mantenía encarcelados a 7 millones de personas, uno de cada 31 habitantes,
la tasa más alta de encarcelados en el mundo. De ellos, 905 mil son
afroamericanos, un 13%.
La metodología misma es sumamente cuestionable. Fisher
utilizó la pregunta A124_02 de la encuesta mundial World Values, la cuál
cuestiona a los participantes sobre si “no les gustaría tener vecinos de otra
raza.” El caos comienza cuando esta pregunta (mal planteada de inicio, según
Mitter) se extrapola a hacer una comparación entre países. Hay países donde la
convivencia interracial es parte de la cotidianidad, mientras en otros existen
aún guerras territoriales y xenofobia. Fisher utilizó estos datos para compilar
las respuestas de todos los países y mapearlo gráficamente en su post.
Esta historia puede servirnos para cuestionar una vez
más la naturaleza de la información que recibimos, procesamos y en última
medida consumimos. Es arriesgado e irresponsable hacer suposiciones tan
gratuitas como las de Fisher, las cuales, según Mitter, “envían un mensaje de
superioridad moral del hombre occidental, anglosajón, mezcladas con un retrato
mistificado del resto del mundo y acompañado por interpretaciones cercanas al
balbuceo –todo basado en un proceso metodológico que falla en realidad cualquier
estándar de investigación en ciencias sociales e higiene de datos.
“En otras palabras”, concluye Mitter, este infográfico
termina, “ya sea por diseño o accidente, jugando [a favor] de una agenda
ideológica.”