La crónica
Los seis precandidatos por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas emprendieron una gira nacional con su rostro más risueño. Si se soportan hasta fin de mes, habrán pasado la prueba
Por: Roberto Aguilar
Editor de contenidos
El reto inmediato de la Unidad Plurinacional de las Izquierdas no es ideológico, sino de convivencia. Si los seis precandidatos de la tendencia y sus equipos consiguen soportarse mutuamente durante los veinte y pico días de gira nacional que tienen por delante; si no les pesa demasiado acompañarse y compartir hotel, mesa y camioneta; si consiguen llegar a la Convención Nacional del 1° de septiembre sin hartarse demasiado unos de otros; solo entonces podrá hacerse realidad el acuerdo que firmaron antes de partir y que los compromete a "apoyar decididamente" a quienquiera que resulte designado candidato.
Seis egos poderosos compiten por ese privilegio. La mezcla puede ser explosiva. Sin embargo, parece que Alberto Acosta, Paúl Carrasco, Lenin Hurtado, Gustavo Larrea, Salvador Quishpe y Manuel Salgado han encontrado el secreto de la coexistencia pacífica: no discuten de política. Se limitan a los intercambios jocosos y/o diplomáticos que mantienen relajado el ambiente y superficial el tono. Las cosas serias las resuelven a través de sus asistentes. Por ahora, todo fluye.
Es el segundo día de la gira que comenzó en Ibarra y concluirá en Guayaquil. Hoy toca Latacunga. La jornada comienza a las nueve en una esquina del parque de la Filantropía, en las inmediaciones del hospital público, en donde ya empiezan a juntarse banderas.
Del popular restaurante El Rey, donde han tomado su desayuno, van saliendo uno por uno los precandidatos, procurando no mantenerse muy juntos. Breves encuentros sobre la vereda conducen con facilidad a incómodos silencios. Personalidades disímiles y hasta opuestas, sus diferencias empiezan en la indumentaria, que constituye en cada caso una proclama: el rompevientos tricolor estilo Hugo Chávez de Carrasco; la camiseta con los colores y el emblema del partido de Hurtado; el poncho, el sombrero y el colgante de Quishpe; la chaqueta de Larrea; la razonablemente informal camisa con chompa de Salgado y Acosta… Es como si cada prenda hubiera sido seleccionada con la voluntad de significar algo diferente.
El grupo es un muestrario representativo de la diversidad étnica, regional, social y hasta psicológica, pero no sexual, del Ecuador profundo. A propósito de la notoria ausencia de mujeres, ya tendrán los precandidatos la oportunidad de azotarse; y Lourdes Tibán, de burlarse. La asambleísta de Pachakútik se les unirá al día siguiente, a la hora del almuerzo en el Mercado Central de Ambato, y se alzará como una tromba con todo el protagonismo. Dirá: el que la tenga más larga que sea el candidato. Ni sumadas las afiladas lenguas de los seis caballeros podrán con ella.
A las diez y media de la mañana empiezan a marchar, todos menos Acosta, por las calles de Latacunga. Poco más de 100 personas los acompañan. Sus consignas no consiguen sacudir la proverbial abulia de esta silenciosa ciudad andina, castigada a un tiempo por el ardiente sol de cerro y los vientos helados del Cotopaxi. Se alinean los precandidatos en la cabecera, se colocan frente a ellos los fotógrafos, como es costumbre, y cada vez que estos apuntan sus teleobjetivos, aquellos levantan los brazos y fingen saludar a multitudes inexistentes que los aclaman desde la vereda.
Tardan unos 40 minutos en volver casi al mismo punto de partida: al auditorio del Sindicato de Mecánicos de Cotopaxi, al otro lado del parque de la Filantropía. Está claro que la infraestructura física del MPD, quizás el partido más orgánico del bloque, será vital para el desarrollo de la gira. Que luego el almuerzo tenga lugar en la sede provincial de la UNE lo confirma.
"Haremos asambleas, no sabatinas", se enorgullecen los seis: la izquierda plurinacional insiste en diferenciarse de Rafael Correa en detalles de este tipo. El acto que tiene lugar en la sede de los mecánicos es para escuchar, dicen los precandidatos, no para predicar. Una docena de dirigentes populares toma la palabra para decirles lo que esperan de ellos: "Por favor, no nos traicionen"; "Hay que compartir el poder"; "Incluyan a las mujeres"; "Sean justos como Jesús"; "No se dejen dominar por la 'ambicia'".
Los precandidatos toman nota. Al final, cada uno tiene siete minutos para demostrar que es la mejor carta para disputar la presidencia. Habla primero Salgado con encendida oratoria marxista, clásica de los tiempos de la Guerra Fría. Por diferenciarse de él, Alberto Acosta se queda sentado: "porque no estoy haciendo -dice- un discurso para cosechar aplausos". Se supone que su actitud sea un poco más igualitaria, así que Larrea sigue su "ejemplo combativo, jejé", y tampoco se levanta de la silla. Acosta ni lo regresa a ver.
¿Hablar de pie o hablar sentado? He ahí una inesperada decisión política que deben tomar ahora todos a su turno. Paúl Carrasco la resuelve definitivamente y con ventaja: "Yo sí me voy a parar, disculpen, es una cuestión de energía. La edad, con todo respeto". Carrasco es histriónico, chistoso, y sus ojos desorbitados saltan de un punto a otro con una pulsión desconcertante.
Los chistes en público, aunque lleven veneno, se festejan ruidosa y alegremente. Sentados en el improvisado comedor dispuesto en la sede de la UNE, todos del mismo lado de la mesa, los precandidatos proyectan una imagen de sana camaradería que contribuye a afianzar la idea de la "unidad programática" de las izquierdas. Sin embargo, basta incursionar en los corrillos que se forman fuera de cámaras, donde cada grupo habla para sí y de espaldas a los otros, para descubrir por dónde circula el auténtico flujo de energía que mantiene el precario equilibrio entre estos extraños devenidos en compañeros de viaje.
Aparece a la hora del almuerzo César Rodríguez, ayer asambleísta de Alianza País y hoy aparente mano derecha de Carrasco, y la gente de Participación se pregunta qué hace ahí, más aún con ese par de asesores que demasiado sospechosos resultan desde los tiempos en que actuaban para la Coordinación Política de Carondelet en la Asamblea. Un día después, en Riobamba, cuando Rodríguez sea uno de los oradores del mitin principal y el presentador pida un aplauso para él, Larrea responderá literalmente ofreciendo, de manera ostensible, un aplauso: clap.
Llegan las hojas volantes que un comité del MPD mandó a confeccionar en una imprenta amiga, y los Pachakútik son los primeros en notar que, en la parte de los logotipos, el suyo omite un dato clave: el número 18 del partido. En cambio, el 15 de los "compañeros chinos" luce bien visible donde corresponde. Y saben, porque se conocen, que no puede ser casual ese detalle. Y mascullan.
Otros se preguntan si se puede confiar en Decio Machado, el intelectual orgánico español que acompaña a Alberto Acosta a donde vaya. ¿Y en los socialistas? ¿Se puede confiar en ellos? ¿No son acaso el único partido que se las ha arreglado para estar en el Gobierno y en la oposición? Susurran y no paran de susurrar unos de otros y no siempre para bien; hablan y no paran de hablar en grupos reservados y no necesariamente de la unidad programática de las izquierdas. La suspicacia impera.
"Oye, Lenin, dizque Alvarito te ha ofrecido $3 000", comenta Alberto Acosta con un trozo de pollo prendido en el tenedor. "Dijo que nosotros no vamos a levantar ni $3 000 y me ofreció la Vicepresidencia", cuenta el aludido: "Si no le aceptaba, te iba a buscar a ti, que eres su buen amigo". Jajaja, jejeje, ríen los precandidatos como diciendo "Alvarito, no pierdas tiempo, estamos más unidos que nunca". Así de risueños salen en los diarios.
FUENTE http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/que-pase-el-diablo-y-escoja-558000.html
Los seis precandidatos por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas emprendieron una gira nacional con su rostro más risueño. Si se soportan hasta fin de mes, habrán pasado la prueba
Por: Roberto Aguilar
Editor de contenidos
El reto inmediato de la Unidad Plurinacional de las Izquierdas no es ideológico, sino de convivencia. Si los seis precandidatos de la tendencia y sus equipos consiguen soportarse mutuamente durante los veinte y pico días de gira nacional que tienen por delante; si no les pesa demasiado acompañarse y compartir hotel, mesa y camioneta; si consiguen llegar a la Convención Nacional del 1° de septiembre sin hartarse demasiado unos de otros; solo entonces podrá hacerse realidad el acuerdo que firmaron antes de partir y que los compromete a "apoyar decididamente" a quienquiera que resulte designado candidato.
Seis egos poderosos compiten por ese privilegio. La mezcla puede ser explosiva. Sin embargo, parece que Alberto Acosta, Paúl Carrasco, Lenin Hurtado, Gustavo Larrea, Salvador Quishpe y Manuel Salgado han encontrado el secreto de la coexistencia pacífica: no discuten de política. Se limitan a los intercambios jocosos y/o diplomáticos que mantienen relajado el ambiente y superficial el tono. Las cosas serias las resuelven a través de sus asistentes. Por ahora, todo fluye.
Es el segundo día de la gira que comenzó en Ibarra y concluirá en Guayaquil. Hoy toca Latacunga. La jornada comienza a las nueve en una esquina del parque de la Filantropía, en las inmediaciones del hospital público, en donde ya empiezan a juntarse banderas.
Del popular restaurante El Rey, donde han tomado su desayuno, van saliendo uno por uno los precandidatos, procurando no mantenerse muy juntos. Breves encuentros sobre la vereda conducen con facilidad a incómodos silencios. Personalidades disímiles y hasta opuestas, sus diferencias empiezan en la indumentaria, que constituye en cada caso una proclama: el rompevientos tricolor estilo Hugo Chávez de Carrasco; la camiseta con los colores y el emblema del partido de Hurtado; el poncho, el sombrero y el colgante de Quishpe; la chaqueta de Larrea; la razonablemente informal camisa con chompa de Salgado y Acosta… Es como si cada prenda hubiera sido seleccionada con la voluntad de significar algo diferente.
El grupo es un muestrario representativo de la diversidad étnica, regional, social y hasta psicológica, pero no sexual, del Ecuador profundo. A propósito de la notoria ausencia de mujeres, ya tendrán los precandidatos la oportunidad de azotarse; y Lourdes Tibán, de burlarse. La asambleísta de Pachakútik se les unirá al día siguiente, a la hora del almuerzo en el Mercado Central de Ambato, y se alzará como una tromba con todo el protagonismo. Dirá: el que la tenga más larga que sea el candidato. Ni sumadas las afiladas lenguas de los seis caballeros podrán con ella.
A las diez y media de la mañana empiezan a marchar, todos menos Acosta, por las calles de Latacunga. Poco más de 100 personas los acompañan. Sus consignas no consiguen sacudir la proverbial abulia de esta silenciosa ciudad andina, castigada a un tiempo por el ardiente sol de cerro y los vientos helados del Cotopaxi. Se alinean los precandidatos en la cabecera, se colocan frente a ellos los fotógrafos, como es costumbre, y cada vez que estos apuntan sus teleobjetivos, aquellos levantan los brazos y fingen saludar a multitudes inexistentes que los aclaman desde la vereda.
Tardan unos 40 minutos en volver casi al mismo punto de partida: al auditorio del Sindicato de Mecánicos de Cotopaxi, al otro lado del parque de la Filantropía. Está claro que la infraestructura física del MPD, quizás el partido más orgánico del bloque, será vital para el desarrollo de la gira. Que luego el almuerzo tenga lugar en la sede provincial de la UNE lo confirma.
"Haremos asambleas, no sabatinas", se enorgullecen los seis: la izquierda plurinacional insiste en diferenciarse de Rafael Correa en detalles de este tipo. El acto que tiene lugar en la sede de los mecánicos es para escuchar, dicen los precandidatos, no para predicar. Una docena de dirigentes populares toma la palabra para decirles lo que esperan de ellos: "Por favor, no nos traicionen"; "Hay que compartir el poder"; "Incluyan a las mujeres"; "Sean justos como Jesús"; "No se dejen dominar por la 'ambicia'".
Los precandidatos toman nota. Al final, cada uno tiene siete minutos para demostrar que es la mejor carta para disputar la presidencia. Habla primero Salgado con encendida oratoria marxista, clásica de los tiempos de la Guerra Fría. Por diferenciarse de él, Alberto Acosta se queda sentado: "porque no estoy haciendo -dice- un discurso para cosechar aplausos". Se supone que su actitud sea un poco más igualitaria, así que Larrea sigue su "ejemplo combativo, jejé", y tampoco se levanta de la silla. Acosta ni lo regresa a ver.
¿Hablar de pie o hablar sentado? He ahí una inesperada decisión política que deben tomar ahora todos a su turno. Paúl Carrasco la resuelve definitivamente y con ventaja: "Yo sí me voy a parar, disculpen, es una cuestión de energía. La edad, con todo respeto". Carrasco es histriónico, chistoso, y sus ojos desorbitados saltan de un punto a otro con una pulsión desconcertante.
Los chistes en público, aunque lleven veneno, se festejan ruidosa y alegremente. Sentados en el improvisado comedor dispuesto en la sede de la UNE, todos del mismo lado de la mesa, los precandidatos proyectan una imagen de sana camaradería que contribuye a afianzar la idea de la "unidad programática" de las izquierdas. Sin embargo, basta incursionar en los corrillos que se forman fuera de cámaras, donde cada grupo habla para sí y de espaldas a los otros, para descubrir por dónde circula el auténtico flujo de energía que mantiene el precario equilibrio entre estos extraños devenidos en compañeros de viaje.
Aparece a la hora del almuerzo César Rodríguez, ayer asambleísta de Alianza País y hoy aparente mano derecha de Carrasco, y la gente de Participación se pregunta qué hace ahí, más aún con ese par de asesores que demasiado sospechosos resultan desde los tiempos en que actuaban para la Coordinación Política de Carondelet en la Asamblea. Un día después, en Riobamba, cuando Rodríguez sea uno de los oradores del mitin principal y el presentador pida un aplauso para él, Larrea responderá literalmente ofreciendo, de manera ostensible, un aplauso: clap.
Llegan las hojas volantes que un comité del MPD mandó a confeccionar en una imprenta amiga, y los Pachakútik son los primeros en notar que, en la parte de los logotipos, el suyo omite un dato clave: el número 18 del partido. En cambio, el 15 de los "compañeros chinos" luce bien visible donde corresponde. Y saben, porque se conocen, que no puede ser casual ese detalle. Y mascullan.
Otros se preguntan si se puede confiar en Decio Machado, el intelectual orgánico español que acompaña a Alberto Acosta a donde vaya. ¿Y en los socialistas? ¿Se puede confiar en ellos? ¿No son acaso el único partido que se las ha arreglado para estar en el Gobierno y en la oposición? Susurran y no paran de susurrar unos de otros y no siempre para bien; hablan y no paran de hablar en grupos reservados y no necesariamente de la unidad programática de las izquierdas. La suspicacia impera.
"Oye, Lenin, dizque Alvarito te ha ofrecido $3 000", comenta Alberto Acosta con un trozo de pollo prendido en el tenedor. "Dijo que nosotros no vamos a levantar ni $3 000 y me ofreció la Vicepresidencia", cuenta el aludido: "Si no le aceptaba, te iba a buscar a ti, que eres su buen amigo". Jajaja, jejeje, ríen los precandidatos como diciendo "Alvarito, no pierdas tiempo, estamos más unidos que nunca". Así de risueños salen en los diarios.
FUENTE http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/que-pase-el-diablo-y-escoja-558000.html
