El cuarto artículo de la serie “Las dimensiones faltantes en la medición
de la pobreza” que presentamos en este boletín es sobre seguridad y la
importancia que tiene en la vivencia de la pobreza. En las ediciones
pasadas se han discutido otras dimensiones: el empleo y la habilidad de
ir por la vida sin sentir vergüenza o humillación por ser pobre. Estos
artículos son parte de la agenda de investigación de la Iniciativa sobre
Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (OPHI por su
sigla en inglés)
Uno de los mayores impedimentos para la seguridad humana en el periodo post guerra fría no es la guerra entre los Estados sino la violencia perpetrada por individuos, grupos y actores del Estado al interior de las fronteras de las naciones . La violencia, como resultado del crimen cotidiano, los conflictos e insurgencias comunitarias de larga escala, o a través de la represión del Estado puede retrasar el desarrollado alcanzado en educación, salud, empleo, generación de capital y provisión de infraestructura. La violencia es un problema de salud pública, un problema de derechos humanos, un problema de la comunidad y un problema para el Estado y la comunidad internacional. La violencia coarta la libertad humana para vivir seguro y puede generar trampas de pobreza en muchas comunidades.
Uno de los problemas para académicos, hacedores de políticas y personas trabajando en programas destinados a disminuir la pobreza, específicamente en la prevención de la violencia, es la disponibilidad de encontrar datos confiables sobre violencia. En particular, hay una ausencia de datos comparables entre países y también entre diferentes contextos sociales e históricos. Los expertos que trabajan en reducción y prevención de la pobreza en organismos internacionales han argumentado que hay una ausencia de datos confiables, y comparables en intervalos regulares en el tiempo, los cuales puedan sustentar adecuadamente el diseño de políticas y programas, además de evaluarlos y monitorearlos.
El Informe Mundial sobre Violencia y Salud indica que la violencia dirigida a sí mismo, entre las personas o colectiva mata a más de 1.6 millones de personas cada año con una tasa total ajustada por edad de 28 por cada 100.000 habitantes. 5.06 millones de personas mueren cada año como resultado de lesiones (accidentales o intencionales) . Cerca de la mitad de ese 1.6 millones de muertes relacionadas con la violencia fueron suicidios, casi un tercio fueron homicidios y cerca de un quinto fueron muertes relacionadas con la guerra. Estas cifras probablemente estén subestimadas debido a la escasa disponibilidad de datos, sin embargo entregan una imagen de la seriedad del problema, particularmente en los países en desarrollo. Para entregar un poco de contexto, la tuberculosis mata 1.7 millones de personas en un año, el SIDA mató 2.8 millones en el 2005 y 10.5 millones de niños murieron antes del quinto año de vida (2004) debido a causas que se podían prevenir.
Es necesario contar con datos más completos para estimar la situación real de las personas en los contextos nacionales e internacionales. Los datos son importantes también para aquellos quienes trabajan en la reducción de la pobreza, incluyendo niveles de violencia y prevención. Además, estos datos son útiles para monitorear los impactos directos de las estrategias de desarrollo y reducción de la pobreza, las que pueden tener efectos diferentes sobre los distintos tipos de violencia, aumentando un tipo mientras se reduce otro. ¿Cómo pueden ser diseñadas las instituciones, los programas, y las respuestas para ayudar a mitigar la violencia, cuando ésta es mal entendida, particularmente en términos de los patrones de cómo, dónde, por qué, dónde ocurre o quién la realiza?
OPHI propone un módulo de encuesta que puede ser incorporado a cuestionarios de encuestas que midan la pobreza multidimensionalmente, entonces los datos sobre violencia son recolectados junto a datos sobre otros aspectos de la pobreza, como salud, ingreso y empleo, educación, vulnerabilidad y riesgo, vergüenza y humillación, y bienestar. Todas estas dimensiones están fuertemente relacionadas: la violencia es un problema de salud que causa lesiones y muertes. Más aún, la violencia y la falta de seguridad reducen el acceso a las actividades generadoras de ingreso, oportunidades de empleo y seguridad laboral. En situaciones de conflicto, tanto los servicios públicos como el sector privado son seriamente debilitados; las instalaciones de los servicios de salud pública y de educación, además de la infraestructura pública, son destruidas en algunas ocasiones; las personas se vuelven más vulnerables a contraer enfermedades y su sensación general de felicidad puede disminuir. La vergüenza y humillación de ser pobre, lesionado, desfigurado o discapacitado y parte de un grupo marginalizado en situaciones de conflicto aumentan la sensación de empobrecimiento entre las personas pobres. La discapacidad puede impactar en las actividades generadoras de ingreso y en el consumo. Entonces es importante que la pobreza sea medida multidimensionalmente incluyendo aspectos de la seguridad, entonces, que los datos estén disponibles para formular programas y políticas integrales que se refuercen mutuamente entre todas las dimensiones.
Uno de los mayores impedimentos para la seguridad humana en el periodo post guerra fría no es la guerra entre los Estados sino la violencia perpetrada por individuos, grupos y actores del Estado al interior de las fronteras de las naciones . La violencia, como resultado del crimen cotidiano, los conflictos e insurgencias comunitarias de larga escala, o a través de la represión del Estado puede retrasar el desarrollado alcanzado en educación, salud, empleo, generación de capital y provisión de infraestructura. La violencia es un problema de salud pública, un problema de derechos humanos, un problema de la comunidad y un problema para el Estado y la comunidad internacional. La violencia coarta la libertad humana para vivir seguro y puede generar trampas de pobreza en muchas comunidades.
Uno de los problemas para académicos, hacedores de políticas y personas trabajando en programas destinados a disminuir la pobreza, específicamente en la prevención de la violencia, es la disponibilidad de encontrar datos confiables sobre violencia. En particular, hay una ausencia de datos comparables entre países y también entre diferentes contextos sociales e históricos. Los expertos que trabajan en reducción y prevención de la pobreza en organismos internacionales han argumentado que hay una ausencia de datos confiables, y comparables en intervalos regulares en el tiempo, los cuales puedan sustentar adecuadamente el diseño de políticas y programas, además de evaluarlos y monitorearlos.
El Informe Mundial sobre Violencia y Salud indica que la violencia dirigida a sí mismo, entre las personas o colectiva mata a más de 1.6 millones de personas cada año con una tasa total ajustada por edad de 28 por cada 100.000 habitantes. 5.06 millones de personas mueren cada año como resultado de lesiones (accidentales o intencionales) . Cerca de la mitad de ese 1.6 millones de muertes relacionadas con la violencia fueron suicidios, casi un tercio fueron homicidios y cerca de un quinto fueron muertes relacionadas con la guerra. Estas cifras probablemente estén subestimadas debido a la escasa disponibilidad de datos, sin embargo entregan una imagen de la seriedad del problema, particularmente en los países en desarrollo. Para entregar un poco de contexto, la tuberculosis mata 1.7 millones de personas en un año, el SIDA mató 2.8 millones en el 2005 y 10.5 millones de niños murieron antes del quinto año de vida (2004) debido a causas que se podían prevenir.
Es necesario contar con datos más completos para estimar la situación real de las personas en los contextos nacionales e internacionales. Los datos son importantes también para aquellos quienes trabajan en la reducción de la pobreza, incluyendo niveles de violencia y prevención. Además, estos datos son útiles para monitorear los impactos directos de las estrategias de desarrollo y reducción de la pobreza, las que pueden tener efectos diferentes sobre los distintos tipos de violencia, aumentando un tipo mientras se reduce otro. ¿Cómo pueden ser diseñadas las instituciones, los programas, y las respuestas para ayudar a mitigar la violencia, cuando ésta es mal entendida, particularmente en términos de los patrones de cómo, dónde, por qué, dónde ocurre o quién la realiza?
OPHI propone un módulo de encuesta que puede ser incorporado a cuestionarios de encuestas que midan la pobreza multidimensionalmente, entonces los datos sobre violencia son recolectados junto a datos sobre otros aspectos de la pobreza, como salud, ingreso y empleo, educación, vulnerabilidad y riesgo, vergüenza y humillación, y bienestar. Todas estas dimensiones están fuertemente relacionadas: la violencia es un problema de salud que causa lesiones y muertes. Más aún, la violencia y la falta de seguridad reducen el acceso a las actividades generadoras de ingreso, oportunidades de empleo y seguridad laboral. En situaciones de conflicto, tanto los servicios públicos como el sector privado son seriamente debilitados; las instalaciones de los servicios de salud pública y de educación, además de la infraestructura pública, son destruidas en algunas ocasiones; las personas se vuelven más vulnerables a contraer enfermedades y su sensación general de felicidad puede disminuir. La vergüenza y humillación de ser pobre, lesionado, desfigurado o discapacitado y parte de un grupo marginalizado en situaciones de conflicto aumentan la sensación de empobrecimiento entre las personas pobres. La discapacidad puede impactar en las actividades generadoras de ingreso y en el consumo. Entonces es importante que la pobreza sea medida multidimensionalmente incluyendo aspectos de la seguridad, entonces, que los datos estén disponibles para formular programas y políticas integrales que se refuercen mutuamente entre todas las dimensiones.