“Un libro imprescindible” anuncia el título del excelente prólogo de Manuel Garí y Nacho Álvarez. Ciertamente, el libro del economista Michel Husson, El capitalismo en 10 lecciones /1,
es del todo necesario para quienes deseen iniciarse rigurosamente en
la crítica marxista del capital. Husson consigue sintetizar en 10
capítulos los elementos fundamentales para entender y criticar el
capitalismo, en un volumen de fácil lectura, pensado para el público
general y acompañado de las agudas ilustraciones de Charb, sin las
cuales el libro no sería igual de incisivo. La propuesta del economista
marxista, de origen francés, es también una buena herramienta para
activistas que quieran introducir-se en la crítica de la economía
política.
¿Qué es el capital?
El orden de los capítulos no es
aleatorio, sigue un hilo conductor que va desplegando los elementos y
categorías fundamentales para entender el capitalismo en su fase
actual. La lección que abre este breve curso ilustrado de economía heterodoxa aborda
de qué hablamos cuando hablamos de capitalismo como sistema
económico-social. En la primera página se establece una definición de
capital, como relación social basada en la propiedad de los medios de producción. Esta apropiación privada diferencia entre quienes tienen y quienes, al no tener nada, deben vender su trabajo para vivir.
El capital se define como una relación social basada en la
explotación; no es, entonces, sólo una cantidad de dinero ni una
inversión mobiliaria, productiva o financiera. Dónde hay capital hay
trabajo, y se reproduce mediante un proceso de permanente autovalorización,
regido por un régimen de competencia que obliga a cada capitalista a
aumentar su capital reduciendo el valor unitario de cada mercancía, y
que es sacudido por sus propias contradicciones durante las crisis.
Pero esto no ha sido –ni será– siempre
así, se trata de un sistema de producción histórico que, como todos los
anteriores, tiene su momento de emergencia, maduración pero también de
extinción. La división del trabajo y el mercado son consustanciales al
capitalismo, pero también caracterizaron sociedades anteriores, en las
que a diferencia del capitalismo el valor de uso regía la producción y
el comercio. Si entendemos la historia como un proceso dialéctico
observamos como lo viejo da paso a lo nuevo dejando siempre un
sedimento donde las nuevas formas desarrolladas de relaciones sociales
de la producción, el intercambio y el consumo conviven con otras más
arcaicas. Husson combina varios factores para explicar el surgimiento
del capitalismo: el mercantilismo de las ciudades estado entre el siglo
XIV y XVI; el saqueo de las regiones descubiertas y colonizadas más
allá de Europa; la posterior revolución industrial; el acceso a
recursos naturales como el carbón y los progresos tecnológicos; la
subsunción del trabajo al capital –especialmente a través de la
mecanización de la industria–, los aumentos de productividad que esto
produjo; la destrucción progresiva de los commons, es decir,
las tierras y los recursos de uso colectivo propios de las sociedades
campesinas, y los cambios institucionales que facilitaron la conversión
de la aristocracia en burguesía agrícola e industrial. Lejos de
tratarse de un proceso “natural” más bien asistimos a un proceso
histórico caracterizado por la violencia estatal y el enfrentamiento
entre grupos sociales. Este escenario complejo no permite explicaciones
mecanicistas, monolíticas, de burda lógica monocausal. El surgimiento y
expansión del capitalismo adopta diversas formas dependiendo de las
peculiaridades autóctonas de cada región, influido por las nuevas
características de las fases de su desarrollo por todo el planeta.
¿De dónde viene el beneficio?
¿De dónde viene el beneficio?,
es el título del segundo capítulo. Como pilar fundamental de la
acumulación del capital, Husson lo aborda partiendo de la noción de
excedente: aquello que la sociedad produce por encima de su nivel de
mera reproducción de las condiciones de existencia de los productores.
En una sociedad de clases como la capitalista este excedente es
apropiado por un grupo reducido dentro de ella. El apartado sobre las
teorías del beneficio es sin duda uno de los mejores fragmentos del
libro. Partiendo de la teoría del valor-trabajo iniciada por los
clásicos Smith y Ricardo y perfeccionada por Marx, Husson consigue
resumir en pocas páginas las críticas más importantes a los pilares de
la teoría económica ortodoxa como el individualismo metodológico, los
modelos de equilibrio, la optimización paretiana, la remuneración de
los factores capital y trabajo, y la ya demostrada falaz, por los
mismos keynesianos de Cambridge, teoría del capital. El autor va más
allá del burdo tópico según el cual los economistas son agentes a
sueldo del capital o que la mera utilización de las matemáticas en sus
modelos es reaccionaria. Lo más grave de la economía dominante,
denuncia, es la pretensión de que se basa en una visión científica de
la sociedad y, por tanto, no intoxicada de ideología aunque sea obvio
que estas afirmaciones ya están, en sí mismas, saturadas de ideología.
¿Por qué los ricos son más ricos?
La tercera lección aborda rigurosamente
la evolución y profundización de las desigualdades. Para explicar por
qué los ricos son mas ricos hace falta observar la estrecha relación
que guardan dos características básicas del capitalismo: el aumento de
la productividad y el incremento de las desigualdades. Hasta los años
70 los aumentos de productividad se veían reflejados en aumentos
salariales. Después de la crisis de los 70 y la ofensiva neoliberal,
los aumentos de productividad se empezaron a revertir mayoritariamente
en los beneficios empresariales estancando así los salarios. De este
modo las rentas del capital ganaron terreno en detrimento de las rentas
salariales en el conjunto de la renta nacional. A pesar de que
diversos estudios indican que el número de pobres se ha reducido en los
últimos años, no es menos cierto que han aumentado exponencialmente
las desigualdades sociales. Así, la pobreza relativa sigue en aumento,
pues la pobreza misma no es en sí un valor estanco que se pueda
considerar abstractamente, sino que está en función del conjunto de la
sociedad, de su modelo de consumo y su cultura. Por ello, a pesar de la
aparente paradoja, la inmensa acumulación de riqueza es la responsable
de la profundización de las desigualdades. El capitalismo es
enormemente excluyente y las necesidades sociales se satisfacen solo si
son rentables.
¿Qué necesitamos (realmente)?
Precisamente sobre las necesidades, ¿Qué necesitamos (realmente)?,
versa el cuarto capítulo. Husson muestra como los cambios en la
estructura de la demanda acentúan la crisis sistémica. Se observan tres
tendencias. Primero, el desplazamiento de la demanda social de los
bienes manufacturados a los servicios, estos últimos caracterizados por
unas tasas de productividad menores. Segundo, la reducción de la
presión fiscal, al mismo tiempo que aumenta el consumo del sector
público, contrarrestado parcialmente durante las últimas décadas por la
ola de privatizaciones. Y tercero, la evolución de la productividad,
creciente pero a un ritmo menor. La combinación de estas
(contra)tendencias da lugar, según Husson, a una demanda social
cada vez menos conforme con las exigencias de rentabilidad, en
contradicción con las exigencias de acumulación, porque equivale a un
desplazamiento hacia sectores de menor potencial productivo y de menor
potencial en términos de beneficio. Dado que lo importante para el
capital es la rentabilidad se intentará adecuar las necesidades a este
objetivo sin considerar su satisfacción social óptima.
Una de las salidas a esta situación de
estancamiento de la rentabilidad en los sectores productivos y de las
rentas salariales, comentada anteriormente, es la inversión en sectores
de bienes de lujo. Estos sectores son favorecidos por la desigualdad
en el reparto del beneficio hacia arriba. Este proceso no es suficiente
para explicar el desencadenamiento de la crisis, que veremos más
adelante, pero nos muestra la transición hacia un capitalismo que
acumula poco y profundiza las desigualdades y en el que su reproducción
pasaría necesariamente por una involución social generalizada.
¿Qué no es mercancía?
La quinta lección: ¿Qué no es mercancía?,
presenta otro de los procesos importantes en la dinámica del capital:
la mercantilización de la vida. Destaca como el trabajo se ha
convertido en una mercancía y como la extensión del capitalismo al
conjunto del planeta ha permitido al capital hacerse con reservas
inagotables de mano de obra barata mediante la disolución de las formas
de vida precapitalista. Esta dinámica aumenta los ejércitos de reserva
en los países desarrollados y presiona a la baja los salarios. También
aborda los más recientes debates sobre la mercantilización de la
naturaleza, el conocimiento, los productos inmateriales y los commons.
En uno de los pasajes más interesantes, Husson recupera la crítica a
la teoría ortodoxa que pretende reducir todo comportamiento humano a un
cálculo individual de utilidad traducible en dinero, algo a todas
luces irracional sobre todo si tratamos con bienes públicos o
colectivos. Como resistencia a esta dinámica, destaca Husson, que todo progreso social, ha pasado por procesos de desmercantilización, forzosamente impuestos al capitalismo pues van en contra de su lógica profunda.
¿Es posible un capitalismo verde?
El capítulo sexto aborda otro de los debates más en boga recientemente: ¿Es posible un capitalismo verde?
Para justificar su imposibilidad, Husson analiza el efecto que tendría
en la rentabilidad una hipotética reducción de la intensidad energética
en la producción. Por un lado se observa que si se pretende mantener
la tasa de beneficio, al mismo tiempo que se aumenta el coste por la
introducción de tecnologías más limpias, indudablemente se hará a costa
de las rentas salariales. Por otro lado, la rentabilidad se verá
deteriorada pues productos más eficientes energéticamente tendrán un
coste superior para los consumidores, y aquí es donde surgen los
problemas en la realización de estas mercancías en un contexto de
estancamiento salarial. Husson también critica detalladamente como las
soluciones de mercado para la cuestión ecológica están condenadas al
fracaso, destacando así la contradicción entre eficacia medioambiental y
eficacia económica entendida, estrechamente, como la optimización del
beneficio. Capitalismo verde es un oxímoron, y sus defensores olvidan
que este sistema se basa en la ganancia, la competencia y la ley del
valor.
¿A que conduce la globalización?
Otro de los fenómenos importantes en la historia reciente del capitalismo es abordado en la séptima lección: ¿A que conduce la globalización?
En ella se describe lo que se ha llamado popularmente como la fábrica
global, así como la internacionalización de la división del trabajo, el
papel de las multinacionales y los movimientos de la inversión
extranjera directa. Una de las consecuencias de este fenómeno ha sido la
erosión de los modelos sociales, sobretodo en Europa, mucho más
difíciles de defender ahora que no hay fronteras para el capital ni éste
siente la presión de la existencia del antiguo bloque soviético.
El papel de Europa
El papel de Europa y su unión económica y
monetaria, abordado en el capítulo octavo, es fundamental en la
historia de la globalización. Después de una breve revisión histórica
desde la CECA al actual sistema euroliberal, Husson analiza las
consecuencias del proceso de integración europeo. Lo que debería haber
sido una senda de convergencia hacia arriba de los sistemas sociales de
bienestar se ha acabado convirtiendo en la negación de esa Europa
social regida por políticas económicas keynesianas. La construcción
europea, particularmente la unión monetaria, tenía de entrada enormes
complicaciones pues organizar un espacio económico donde coexisten
países con niveles salariales y de productividad muy divergentes no es
fácil sin grandes dosis de voluntad y coordinación política.
La lógica de la competencia, en plena
contrarrevolución neoliberal, fue la bandera izada por los gobiernos,
muchos de ellos socialdemócratas, para la mayor ola de privatizaciones
de empresas y servicios públicos que jamás se haya visto. Los criterios
de Maastritch fueron el corpiño definitivo para encauzar la política
económica de los estados miembro: la moneda común y el pacto de
estabilidad institucionalizaron la austeridad como única política
económica posible. Los favorecidos, una vez más, han sido los grandes
grupos empresariales que han visto flexibilizarse los mercados de
trabajo y reducirse los salarios. La crisis, señala el autor, no ha
hecho más que poner de manifiesto las incoherencias y asimetrías del
sistema euro. Pero el objetivo del proceso de integración nunca fue
tender a una mayor coordinación y convergencia, sino conseguir la
liberalización económica, lógica que se acentúa tras la aplicación de
las recetas de austeridad en el actual momento de crisis.
¿Qué es una crisis?
Las dos últimas lecciones abordan el
fenómeno de la crisis y la recesión actual. Husson explica como la
crisis es intrínseca a la dinámica capitalista y establece cuatro
dimensiones para entender como las grandes crisis y sus posteriores
consecuencias dieron lugar a las diferentes fases del capitalismo: régimen
de acumulación (la economía), paradigma tecnológico (la técnica),
regulación social (lo social) y división internacional de trabajo (lo
internacional). Una de las conclusiones más contundentes es que los llamados “treinta gloriosos”
fueron, en realidad, un paréntesis, una anomalía, en la historia del
capitalismo. La crisis de los 70 presentó un aumento de las tasas de
desempleo junto con una progresiva caída del crecimiento de la
productividad. El auge del neoliberalismo puso fin al crecimiento del
Estado de bienestar y estigmatizó la inflación, gran enemiga del capital
financiero, que iniciaba un proceso de crecimiento y hegemonía que
dura hasta nuestros días. La agenda neoliberal sirvió a los intereses
del capital en un momento en que las políticas clásicas de
relanzamiento de la economía no funcionaron. Esta nueva fase se
caracterizó por un descenso del peso de los salarios y un alza de la
tasa de beneficios, simultáneamente al estancamiento de la tasa de
acumulación (inversión) y al aumento de la parte destinada a los
dividendos de los accionistas. La crisis actual, en lugar de presentar
un retorno al tipo de capitalismo regulado, está suponiendo una
profundización de las políticas neoliberales junto con una regulación
caótica incapaz de hacer frente a las contradicciones que caracterizan
el capitalismo en su fase de globalización o internacionalización.
Directos al precipicio
Por último, quienes piensen que el
capitalismo verá su fin tras una gran crisis que haga insoportables sus
contradicciones no pueden andar más equivocados. Husson es categórico:
el capitalismo no es una fruta madura y no se hundirá a pesar de
su pérdida de eficacia. La idea misma de una “crisis final” es
intrínsecamente absurda, porque el capitalismo no es solamente un
modelo económico, sino un conjunto de relaciones sociales; y éstas sólo
pueden ser cuestionadas por la iniciativa de fuerzas sociales
decididas a superarlas.
La mejor contribución que se puede hacer
a la crítica del capitalismo y a la construcción de una teoría que sea
una enmienda a la totalidad del sistema es la adecuada explicación de
cómo funciona realmente. No hay nada más frustrante y estéril que
construir una teoría o emprender una acción política a partir de
premisas erróneas. Es necesario conocer qué se esconde detrás de los
velos ideológicos con los que se pretende naturalizar relaciones de
explotación y dominación que no son más que históricas y sociales, por
tanto combatibles y transformables. Para ello hay que tener conciencia
de cómo funciona la sociedad, y las 10 lecciones de Husson son un buen
comienzo: riguroso, pedagógico y estimulante.
30/09/2013
Ivan Gordillo miembro del Seminari D’economía Crítica Taifa
1/ Michel Husson, El capitalismo en 10 lecciones, Los libros de Viento Sur-La Oveja Roja, Madrid, 2013.